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miércoles, 25 de noviembre de 2015

Capítulo II.- Menbat

Menbat, la ciudad situada al noreste de Omacor, el país de los seres mágicos, alberga una infinidad de seres a cada cual más peculiar.
Los menbáticos así es cómo se les llama a los ciudadanos de Menbat, forman parte de clanes diferentes y cada cual ocupa un roll asignado en su sociedad un tanto jerarquizada.
Nos encontramos ante una multitud de poblados y estados dentro de un mismo país; Desde los duendes hasta los seres más oscuros como ogros y los seres más huraños del país: los gigantes del norte. Todos ellos le debían un tributo al Rey, que antes de que la sombra lo invadiera, él era quien gobernaba aquella poderosa nación, su nombre era Navy, Rey de Menbat. A su vez en cada poblado había un sacerdote y un rey o gobernador de ese “distrito”.

Navy, era un apuesto joven, de mediana cabellera, lacia con ondulaciones en las puntas y de color dorado oscuro, que dependiendo de la influencia del sol en él, obtenía un color u otro; En su rostro aún se encontraba algún atisbo de niñez, pero eso sólo podías verlo si te quedabas mirándole fijamente, tiene los ojos de forma almendrada y el color de sus ojos cambia dependiendo de la estación del año en la que nos encontremos, por lo que sus tonalidades varían del verde hierba al gris perlado, pasando por el amarillo mostaza y llegando al marrón ocre. Con cada color su personalidad es distinta, en primavera es mucho más alegre y vivaz, en verano es pensativo y solitario, en otoño más nostálgico y melancólico y en invierno es más frío y calculador. Todo habitante de Menbat que se precie, incluso hasta los insectos más insignificantes deberían poseer un don. Desde bien pequeño fue instruido con la premisa de que todo rey, debe gobernar con sabiduría y liderazgo en su reino, para que ningún insurrecto se le rebele y le usurpe el trono.
El oráculo se encontraba en la capital, este era el centro reinante de la población, se encontraba en el centro del ágora de la ciudad, éste imponía su ley religiosa sobre el resto de pequeños templos que se erigían en el resto de poblados.
El templo del oráculo se podía vislumbrar desde cualquier punto de la capital, su forma octogonal con un círculo circunscrito en el centro de la planta, albergaba en su interior de dicha forma geométrica un altar decorado con flores de acanto, enredaderas y capiteles mixtilíneos, se alzaba tan alto como si quisiera atravesar las nubes del cielo y lo remataba una cubierta circular con una linterna en de forma colosal sobre la que se posaba la escultura del Dios creador del resto de dioses, Dembat, Dios de dioses. La escultura de bulto redondo casi no se apreciaba por la altura del oráculo, para poder verlo se podía subir hasta la linterna, a través de una escalera por la que se accedía desde el exterior del oráculo, en su parte trasera, era una escalera en forma de caracol independiente del edificio pero anexa al recinto, una vez arriba en lo alto de la linterna, Dembat se podía observar con todo su esplendor.
Su cuerpo esculpido en mármol, resaltaba toda su musculatura, con el cuerpo semi desnudo, y cómo si de un césar se tratase, lucía una vestimenta un tanto peculiar, a modo de cinta, dos enredaderas decoradas con laureles y flores de acanto atravesaban su torso desde el hombro derecho hasta el lado izquierdo de su cintura. Del hombro izquierdo amarrado a una tela transparente, un colgante de oro se posaba sobre su pecho, éste sostenía un medallón con el mapa cartográfico de Menbat grabado. De la cintura caía un sallo de color beige y conforme bajaba la falda aparecía una degradación de color hasta finalizar en la parte abajo con un color azul oscuro. En sus manos sostenía dos tributos, esenciales para la vida en Menbat: En la mano derecha sostenía una balanza, como emblema de la justicia y en la parte izquierda sostenía un escudo y una lanza.
A pesar de la gran devoción que se tenía a este Dios y por consiguiente al oráculo, no todos los pueblos manifestaron ese deseo de que en sus pueblos, un oráculo rigiera el modo de vida de sus ciudadanos y mucho menos, que la ley divina sea más poderosa que la ley de un gobernador o un rey, por esa razón, uno de los pueblos se oponía a rendir culto a los Dioses comunes, ya que ellos no se querían doblegar ante ellos y mucho menos pensaban que su destino estaba en manos de los dioses. Desde este momento, los habitantes de este pueblo fueron considerados como herejes, bábaros o lo que es peor: Rebeldes. Al considerarlos Rebeldes, inmediatamente se les está acusando de los delitos más graves para el pueblo de Menbat, Alta traición y conspiración contra la corona y contra los dioses.
Los Panectas, eran los habitantes que formaban parte del pueblo bárbaro del noroeste de Omacor, no rendían culto a la cantidad de dioses que seguían el resto de poblaciones, a diferencia de los demás pueblos, éstos eran monoteístas, rendían únicamente culto a su Dios Panectan, del cual adopta el nombre el pueblo. El dios Panectan, fue el creador de la tribu de los Panectas, la historia del origen de dicho pueblo se transmite de padres a hijos, donde cuentan las epopeyas de este Dios.
Panectan era hijo de Rafqunium, rey de la comunidad de pueblos del noreste de la actual Omacor, que tras la muerte de éste, deja su legado a sus seis hijos, los cuales se disputan el trono, ya que no era un país donde el reinado pasaba al primogénito, sino que se debían disputar el trono mediante un torneo de sucesivas pruebas en las cuales se medían distintas cualidades como: la destreza, fuerza, inteligencia, agilidad, rapidez…entre otras muchas aptitudes que los ciudadanos consideraban imprescindibles para el gobierno férreo de un rey digno de su país.Tras las sucesivas pruebas, la lucha final se realizó entre el tercer y cuarto hijo, estos se disputaron una lucha a muerte donde el vencedor sería el que ascendería al trono de bronce.
La lucha final consistió en un duelo sangriento, donde todo vale. Las trampas en esta serie de duelos estaban más que permitidas, era una lucha a sangre y hierro, donde finalmente Panectan tras realizar un buen uso de su espada y contraponer el filo de su espada con la de su rival, y contraatacando llevándose consigo la vida de su hermano y proclamándose rey de Panectan, otorgando a su reino el nombre del sucesor. No obstante, de los seis hermanos que optaban al trono murieron todos excepto uno que abandonó la lucha por el trono, para finalmente poder erigir su propia tribu independiente dentro de la zona noreste del territorio gobernado por su hermano.Con el tiempo el pueblo dirigido por el hermano hereje de Panectan adopta otras costumbres e incluso comienza la unificación de los territorios colindantes a su reciente reino, dejando aislado al reino de Panectan.
Actualmente la zona noroeste se encuentra unificada, excepto el territorio que abarca Panectan, que se mantiene fiel a las costumbres adoptadas en los tiempos de su origen, conformando hoy día, el distrito rebelde, situado en la parte nororiental.

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