No sabes cuantas noches me he sentado en el borde de mi cama, con el móvil entre mis manos. Mirando fijamente la pantalla del Whatsapp, intentando escribir en él todo lo que no te dije, ni te diré, todo cuanto callé.
A veces me lo callé por miedo, otras tantas por rabia, por rabia a que no me salieran las palabras precisas.
Pero al mismo tiempo, que miraba la pantalla, había momentos que miraba a la nada, al vacío. Esperando a que tú me rescataras y llevaras contigo. Contigo al fin del mundo, al fin de "Nuestro Mundo", a ése del que ya ni las cenizas de lo que era a penas queda, ya no queda nada. La nada.
Era ese mundo paralelo al del resto de personas, en el que ahora yo vivo desde hace un tiempo.
Tantas cosas me he callado, cuando estábamos juntos, un día cualquiera, en un lugar distinto, hablando de cosas banales, seguro que para algunos, para nosotros sin duda eran por aquel entonces de suma importancia.
Casi siempre cuando tú me hablabas yo te miraba de reojo, mientras hablabas, sonreías yo te seguía mirando como si fueras lo único existente, y así eras, siempre lo "Único".
Me encantaba ver cómo te reías, incluso de mis cosas sin sentido, o de mis chistes sin gracia alguna, pero tú siempre se las encontrabas.
Tantas veces son las que he visto la oportunidad y no me he atrevido e incluso, en ocasiones que, lo he visto tan claro, que llegaba a decirme "¡Venga no seas boba!, ¡Que te está esperando!, ¡Suéltalo ya!", y nada no me atrevía.
Siempre se repetía el mismo Modus operandi, llegando a veces a acabar en un bucle.
Siempre me he callado, aunque he tenido la corazonada de que lo sabías.
Siempre o en ocasiones un No te quiero o un Te quiero justo en el momento adecuado
evita muchas fugas sentimentales.
Porque siempre me he callado...
Porque siempre seremos eso que nunca dijimos y siempre supimos.
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