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viernes, 25 de noviembre de 2016

CAPÍTULO III.- LENDAAC SE ADENTRA EN UN MUNDO DE SOMBRAS.

Allatrix o Allenda continuó guiando a Lendaac, por Darkfield como los humanos llamaban a esa parte de la ciudad, que un día muy lejano era el fascinante mundo de Omacor. Allenda le llevó a ver lo que quedaba del bello Omacor, que ahora se había convertido en un mundo frío, oscuro y aterrador. Ella prefería que la llamaran Allatrix, ya que si los vasallos de la Sombra oían su nombre original podrían apresarla e incluso ajusticiarla. Gracias a Allatrix y su poder, Lendaac pudo ver cómo era Omacor. Allatrix tenía el poder de la traslación, todo aquel que deseara verla y consiguiera verla, podía proyectar mediante sus recuerdos originados de su vida pasada, la historia de la antigua Omacor para que se conociera su historia y su pasado.Lendaac, vio cómo delante de él, se sucedían una serie de destellos y haces de color, formando desde unas pequeñas partículas, la estructura y fisionomía de la antigua y espectacular Omacor. Los colores vivos se fueron sucediendo hasta terminar por completar, delante de sus ojos la increíble belleza de aquella ciudad. El cerco de la amurallada ciudad junto con su monumental puerta, de formas sinuosas y caprichosas se erigía delante de él, para dar paso tras su cruce, a la espectacular ciudad de Omacor. Al traspasar sus muros, la luz y los destellos que por doquier salían de los sitios más insospechados, hacían de Omacor la ciudad de las luces, que toda región quisiera poseer.Sus habitantes, diferentes a la par que peculiares, seres mágicos que convivían en armonía y felicidad tras sus murallas. Todo habitante mágico que pudiéramos imaginar convivía allí. Los árboles parecían tener vida propia, con el movimiento de sus hojas se comunicaban con el resto de habitantes y desde su tronco expresaban con palabras lo que querían transmitir. Omacor era una ciudad feliz, activa comercialmente y con mucha, mucha vida.En el centro neurálgico de Omacor, nada más traspasar una de las siete puertas adinteladas de la muralla, el turista podía encontrar el templo principal donde podían adorar a su divinidad principal, Ziumei, Dios al que debían la creación de la ciudad.El Dios Ziumei, creó Omacor hace 125 años, su creación es debida a la lucha divina interna entre los miembros de su familia, entre ellos se encontraba su hermano, el desterrado Dios Panectan, el cual tras la lucha con su cuarto hermano se quedaría con la zona nororiental del país de Omacor. Toda esa vitalidad estuvo presente en la ciudad hasta hace cinco años escasos cuando la Sombra se apoderó de Omacor. Lendaac siguió interrogando a Allatrix de manera insistente, para dar con la forma de poder librar a su pueblo de la oscuridad de la Sombra.

-. Pero Allen…Allatrix ¿No pudisteis hacer nada por detener a la sombra?-. 

.- No pudimos hacer nada, lo intentamos todo pero nos fue imposible, la Sombra es algo contra lo que no se puede luchar Lendaac ¿Cómo puedes hacer frente a un ente el cual no puedes ver, no puedes sentir, ni siquiera saber su recorrido? ¡Es completamente impensable! ¡Es como si lucharas contra la nada!.-

-. ¡Pero Allatrix alguna manera habrá para detener el poder de la Sombra, y devolver a Omacor la vida que una vez le arrebataron!-. 

.- Lendaac déjame que te muestre cómo ocurrió….-

Lendaac pudo ver gracias a Allenda la historia de su ciudad de Omacor, y como la sombra se apoderó de todo cuanto se encontraba a su paso, sumiendo a la ciudad en una profunda oscuridad, produciendo en ella un profundo letargo del que quizás nunca podrán despertar.Cuando la Sombra llegó a la ciudad de Omacor, fue arrasando con todo cuanto se encontraba a su paso, como si de un tornado se tratara, todas las viviendas de los omacorienses fueron destruidas y eso no quedaría ahí. 

Todo omacoriense que se encontrara a su paso se transformaba en un instante en un ser desconfiado, frío y oscuro. Lo que ahora quedaba de la espectacular ciudad de Omacor no es ni la mitad de su  sombra, lo que Lendaac vio nada más entrar, fue una ciudad cubierta por el frío, la nieve y en donde el sol nunca salía.

La monumental Omacor, actualmente se encontraba en ruinas, apenas unas pocas columnas sustentaban lo que podría ser la entrada monumental a la ciudad, done en la clave del arco principal se encontraba esculpido el rostro del Dios creador de este lugar mágico, el Dios Panectan. Las columnas en sus capiteles papiriformes, aún conservaban parte de la policromía existente de lo que en su día era. 

Haciéndonos ver como de colosal eran sus construcciones. El edificio que albergaba lo que en su día fue el Gran Oráculo, un majestuoso edificio, donde se tomaban todas las decisiones importantes de la ciudad, ahora se encontraba abandonado y casi en ruinas, aunque en su interior aun conservaba algunos resquicios de su fastuosa ornamentación, las decoraciones de pan de oro en las arcadas del gran tondo que lo conformaban, los robustos muros que se alzaban hasta el infinito, donde en lo más alto se encontraba el óculo más grande que pudiéramos imaginar, alrededor de este gran tondo, se encontró con una gran variedad de vegetación, que hacía que el edificio adquiriera aun más ese aspecto de abandono.

Las vidrieras que lo conformaban se encontraban con roturas, éstas estaban colocadas de manera estratégica, para que la luz que penetrase en la estancia incidiera de manera directa en altar central del oráculo. La luz se introducía en la sala como si de un aura celestial se tratase que inundase todo el espacio con su brillo. La puerta del fondo del oráculo por la cual se accedía a la sala de las ofrendas, poseía un frontón y debajo de éste una inscripción en la que se podía leer: “Casa del Dios Panectan”.
Acto seguido, Lendaac vio como el poder de la Sombra cambiaba la piel de los habitantes de la ciudad.
Con el roce del paso de la Sombra, la tonalidad de su piel se transformaba convirtiéndose en tonos grisáceos, las manchas que tenían en su piel de color verde caza, con el poder de la Sombra adquirían una tonalidad más azul grisácea, más oscura que el resto de la piel. Cuando la Sombra terminaba de pasar por ellos, toda su personalidad cambiaba, convirtiéndose en seres agresivos, huraños, desprendiéndose de toda humanidad que albergaran en su cuerpo. El horror se apoderaba de todos los ciudadanos extendiendo la manera aterradora que tenía la Sombra.Al terminar de ver la historia, que Allenda le había mostrado de su ciudad, Lendaac horrorizado por lo que esa cosa hizo a la gran ciudad de Omacor y más en concreto al país de Menbat se juró a sí mismo que encontraría la forma de librar a esa encantadora ciudad de la oscuridad, inmediatamente después empezaron las ideas a brotar en su cabeza, mientras que pensaba cual sería la forma para que Omacor y Menbat volvieran a ser lo que en su día fue, una ciudad llena de vida, llena de color, donde nada ni nadie se apoderara de ella. Se dirigió a Allatrix para decirle que intentaría arreglar el mal que habitaba la atmósfera de todo Omacor:

-. Allatrix déjame que investigue y piense de qué manera podemos rescatar tu ciudad de las “garras” de esa Sombra, para poder sacar a la ciudad de Omacor de la oscuridad de la que está sumida. No voy a descansar hasta ver reconvertida a tu ciudad en lo que en un tiempo no muy lejano era.

-. Gracias Lendaac por intentar devolver a mi ciudad la vida que un día le arrebataron, pero no tengo muchas esperanzas, ya somos muchos los que hemos intentado hacer frente a la Sombra.

Acto seguido se despidió de ella, antes de que la guardia real, séquito de la Sombra les descubriera y apresaran a Allenda por culpa suya. Lendaac salió estrepitosamente de la ciudad, para volver a su temida realidad, o eso pensaba él…que todo volvería a lo que él consideraba que era su vida real. Una vez salido de ese oscuro y tenebroso lugar, y volviendo de nuevo a lo que Lendaac creía que  hasta entonces era el único lugar real existente. 

Se dirigió de nuevo en dirección a su casa, para ver si todo lo que hasta hace escasas horas había sucedido había sido real o simplemente un mal sueño. Lo que Lendaac no se esperaba que todo lo sucedido era real y que para colmo en la ciudad donde le habían visto crecer había cambiado, el tiempo había pasado de manera fugaz, para todos menos para él. Cuando volvió a su “realidad”, en apariencia todo seguía como lo dejó antes de adentrarse en ese mundo mágico, que para muchos les parecería irreal y de locos. Por ello, Lendaac por un momento dudó en contárselo a alguien, ya que seguramente le tomarían por un loco. 

Lendaac, una vez salido de Darkfield, emprendió de nuevo la marcha dirección a Nueva Jersey, para averiguar si su hermana Thressa estaba bien. Pero… ¿Qué le iba a contar a su pequeña e indefensa hermana Thressa, cuando volviese a casa? ¿Cómo le iba a contar que es un licántropo? Y es más, ¿Cómo le diría que el oscuro y aterrador bosque de Darkfield es en realidad la legendaria y fantástica ciudad de Omacor? Era una locura, su hermana le tomaría por un auténtico loco.


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